Cali debe convertirse en el primer distrito de innovación deportiva de Colombia

Cali debe convertirse en el primer distrito de innovación deportiva de Colombia

Cali no necesita demostrar que es el corazón deportivo de Colombia. Ya lo es. Lo ha sido durante décadas. Pero sí necesita dar el siguiente paso: convertirse en el Cali SportTech District, una zona franca deportiva donde convivan centros de alto rendimiento, startups, laboratorios de neuroentrenamiento, fábricas de tecnología deportiva y fondos de inversión especializados.

La capital del Valle ha sido escenario de las gestas deportivas más importantes del país. Desde los Juegos Panamericanos de 1971, pasando por los World Games en 2013, el Campeonato Mundial de Atletismo Juvenil en 2015, hasta múltiples ediciones de campeonatos mundiales de patinaje, natación, y ciclismo en pista, sin olvidar los Juegos Suramericanos de la Juventud en 2022. Como símbolo de continuidad, ha revivido con fuerza la histórica Maratón de Cali, que nació hace más de cinco décadas. No es una ciudad improvisada: es una ciudad que respira deporte.

Y es precisamente en ese contexto donde emerge una oportunidad única para Colombia: la transformación de la Escuela Nacional del Deporte en la primera universidad deportiva del país. Fundada en 1984 y con más de 4.200 estudiantes activos, esta institución tiene el potencial de liderar un modelo educativo inédito: un campus enfocado no solo en el entrenamiento físico, sino también en la innovación tecnológica, la ciencia del rendimiento humano y la inteligencia artificial aplicada al deporte.

La propuesta es clara: no se trata solo de formar entrenadores o fisioterapeutas, sino de crear una nueva generación de profesionales: ingenieros deportivos, científicos de datos especializados en el cuerpo y el rendimiento humano, expertos en tecnologías aplicadas al deporte, diseñadores de dispositivos wearables, desarrolladores de entornos inmersivos en realidad virtual y líderes en neuroentrenamiento.

Pero una universidad no cambia al país por sí sola. Por eso, la propuesta va más allá del aula: convertir el entorno donde se ubica esta institución —las Canchas Panamericanas, en la calle 9 con carrera 39— en un verdadero Distrito de Innovación Deportiva. Un nodo urbano que funcione como zona franca deportiva, donde puedan operar centros de alto rendimiento, laboratorios, aceleradoras, clínicas especializadas, empresas tecnológicas y universidades aliadas.

Este ecosistema permitiría transformar a Cali en mucho más que un semillero de atletas: en una generadora de conocimiento, empleo especializado y exportaciones dentro de la industria global del deporte. Colombia necesita nuevos motores económicos, y este podría ser uno de ellos: el deporte como ciencia aplicada, como economía naranja, como industria de innovación.

Cali ahora tiene una nueva carta por jugar: ser la ciudad que convierta el deporte en ciencia, en datos, en futuro.

Cali necesita un Centro de Acopio Agroalimentario

Cali necesita un Centro de Acopio Agroalimentario

Cali está en una encrucijada. Con 2,4 millones de habitantes, solo el 2% de los alimentos que consumimos se producen dentro de la ciudad. Y ese escaso porcentaje proviene casi en su totalidad de nuestra zona rural: 15 corregimientos. El otro 98% llega desde otros municipios, departamentos o incluso países. Eso no solo es insostenible: es riesgoso.

Pero, como en toda crisis estructural, también hay una oportunidad exponencial. Mientras otras ciudades apuestan por importar, nosotros podemos cultivar, transformar y exportar.

Paso uno: conectividad territorial (Vuelta Oriente y Vuelta Occidente)

La transformación empieza por lo básico: las vías. Es urgente construir, diseñar y pavimentar la Vuelta Oriente, y culminar la Vuelta Occidente (primera y segunda etapa). Sin infraestructura vial, no hay red de distribución eficiente. Con vías, sí hay inclusión, productividad y acceso a mercados. Esto no es un gasto: es una inversión con retorno garantizado.

Paso dos: un Centro de Acopio que conecte campo, ciudad y mundo

Imaginemos un espacio donde el campesino no solo venda, sino que aprenda, se formalice, transforme y exporte.
Un Centro de Acopio Agroalimentario de clase mundial, inspirado en el Mercado de San Miguel de Madrid, pero con ADN caleño.

Aquí, el agricultor se convierte en empresario.
Llega con su producto fresco y se va con conocimiento, certificaciones, alianzas comerciales y, lo más importante, dignidad.

La propuesta incluye:
• Espacios de comercialización directa, sin intermediarios.
• Una agencia comercializadora que conecte con mercados locales, regionales e internacionales: Europa, EE. UU. y Asia.
• Asistencia para lograr registros INVIMA, FDA y demás estándares internacionales.
• Denominaciones de origen y marca región, para darle identidad y valor a lo nuestro.
• Alianzas con ACODRES, para formar en gastronomía, transformación y valor agregado.
• Un componente gastronómico experiencial, donde lo que se come ha sido cultivado a pocos kilómetros, transformado localmente y servido con identidad.

Paso tres: agricultura 5.0 y comercio digital

Nuestros campesinos no pueden quedarse atrás en la Cuarta Revolución Industrial. Es necesario formarlos en mercadeo digital, e-commerce, pagos digitales, redes sociales, trazabilidad y logística inteligente. Con la tecnología adecuada, un pequeño productor puede vender en Bogotá o en Berlín sin salir del corregimiento.

No se trata solo de sembrar. Se trata de procesar, empacar, distribuir, exportar y contar la historia. Desde el sur de Colombia, para el mundo. Esta no es solo una propuesta agrícola. Es una estrategia de desarrollo económico para las próximas décadas.

El Corredor Pacífico en el norte de Cali

El Corredor Pacífico en el norte de Cali

Las ciudades que trascienden no son las que expanden su tamaño, sino aquellas que expanden su imaginación. Cali tiene hoy una oportunidad histórica para reescribir su espacio urbano, cultural y social a partir de una idea que no debería ser vista simplemente como desarrollo físico, sino como una declaración de principios: el Corredor Pacífico.

Este corredor, que imagino desplegado entre la calle 32N, la 34 Norte y la Avenida Segunda Norte hasta la calle 70, no será un simple conjunto de calles renovadas o parques aislados. Será la posibilidad de construir un verdadero ecosistema cultural y social que integre gastronomía, arte, danza, tecnología y espacio público en un continuo vivo, vibrante y accesible. El Corredor Pacífico será una arteria donde se celebrarán las raíces del Pacífico colombiano a través de la cocina tradicional y las bebidas ancestrales y afrodisíacas —el viche, el arrechón, entre otras—, fusionadas con propuestas contemporáneas. Un lugar donde las expresiones culturales no se encerrarían en auditorios o museos, sino que saldrían a las calles: murales interactivos al aire libre, esculturas dinámicas y experiencias digitales narrarán nuestras historias al mundo.

Este espacio, que en sí mismo constituye el Corredor Verde del Río Cali, extendiéndose hasta su encuentro con el Río Cauca, debe latir con el sabor y el espíritu del Pacífico. No puede ser solo un paseo peatonal; debe ser una experiencia viva y sensorial, donde cada árbol, cada plaza y cada esquina cuenten algo de nuestra esencia, de nuestras raíces y de nuestro futuro.

El Corredor Pacífico debe ser un sistema que conecte piezas fundamentales del tejido urbano de Cali: la segunda etapa del Parque Lineal del Río Cali, el Parque del Chontaduro y el Centro de Danza y Coreografía del Valle en «La Licorera». Esta última área debe unirse mediante un puente peatonal, concebido no solo como infraestructura funcional, sino como una obra que invite al encuentro, al movimiento y al disfrute.

Dentro de este corredor, imagino también la creación de una Gran Tienda del Pacífico, un espacio permanente donde los artesanos de la región puedan vender sus artesanías y mostrar sus productos al mundo. Más que un mercado, sería un escaparate vivo de nuestra creatividad, nuestra tradición y nuestra identidad cultural, abierto tanto a propios como a visitantes.

Cali debe apostar, debe innovar, debe atreverse. El Corredor Pacífico es, en esencia, una respuesta audaz al reto de nuestra época: construir ciudades que no solo funcionen, sino que inspiren. Un corredor que nos recuerde de dónde venimos, pero, sobre todo, hacia dónde podemos llegar.

La revolución turística de Cali

La revolución turística de Cali

Cali tiene todo para ser una potencia turística. Tiene sabor, ritmo, alma. Pero le falta algo esencial: pensar con tecnología. No basta con tener cultura si no sabemos convertirla en una experiencia que el mundo quiera vivir, compartir y repetir. En 2023, llegaron cerca de 712.000 turistas a Cali, pero más del 70% no pernoctó. ¿Por qué? Porque aún pensamos el turismo como si estuviéramos en 2000.

Mientras tanto, ciudades como Dublín entienden algo que aquí todavía no se ha procesado del todo: que el futuro del turismo se diseña con inteligencia artificial, datos y experiencia personalizada. En lugar de vender la ciudad como un destino genérico, crearon un modelo donde cada visitante vive una versión única de la ciudad. Y no lo hicieron a punta de slogans: lo hicieron con tecnología real.

Dublín se alió con OpenAI. Desarrollaron un planificador turístico impulsado por inteligencia artificial. Convirtieron su oferta cultural en recorridos inmersivos con realidad aumentada. Digitalizaron el corazón de la ciudad. El resultado: más de 9 millones de turistas internacionales en 2023, y una derrama económica de 7.000 millones de euros. Eso no es magia: es estrategia.

Cali tiene algo que Dublín no: una energía viva en cada esquina, una gastronomía sin igual, una estética urbana que mezcla lo clásico con lo urbano en segundos. Pero no lo hemos contado con datos, ni lo hemos transformado en producto turístico inteligente. Seguimos creyendo que una guía impresa y un guía turístico bastan.

Imaginen esto: un turista en Canadá entra a una plataforma de IA, y en segundos recibe un itinerario personalizado para Cali. Incluye recorridos por San Antonio en 3D, clases de salsa con tecnología inmersiva, y experiencias gastronómicas gestionadas por emprendedores locales con pasarela de pago y confirmación por WhatsApp Business. Todo en su idioma. Todo en su moneda. Todo en su ritmo. Eso es turismo inteligente.

Si queremos que Cali sea más que una ciudad con buena vibra, debemos pensarla como un ecosistema digital de experiencias. Necesitamos corregimientos conectados, arte urbano con sensores de interacción, mapas en realidad aumentada, y sobre todo: emprendedores formados en el uso de inteligencia artificial como herramienta comercial, no como curiosidad académica.

Lo que viene no es una competencia entre ciudades, sino entre modelos mentales. Las urbes que entiendan cómo la IA transforma el comportamiento humano serán las que se lleven los flujos turísticos, la inversión y el posicionamiento global. Las que sigan dependiendo solo de ferias y slogans serán anecdóticas.

Cali no puede quedarse con el alma del siglo XX si quiere competir en el turismo del siglo XXI.