En la era digital en la que vivimos, el acceso a internet se ha convertido en un componente esencial de la vida diaria. Desde el trabajo remoto hasta la educación en línea, pasando por la atención médica virtual, internet es la puerta de entrada a un mundo de oportunidades y servicios. Sin embargo, lamentablemente, no todos tienen el privilegio de acceder a esta herramienta tan poderosa.
Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), Colombia es el país miembro con menor cobertura de internet. Solo el 60,5% del territorio colombiano cuenta con cobertura. Esta estadística resalta la urgencia de implementar medidas efectivas, como el Mínimo Vital de Internet, para cerrar la brecha digital y garantizar un acceso equitativo a esta herramienta fundamental en la sociedad actual.
En el Valle del Cauca, al igual que en muchas otras partes del país, existe una brecha digital que separa a aquellos que pueden aprovechar al máximo los beneficios de internet de aquellos que están excluidos de esta revolución tecnológica. Es por eso que la implementación del Mínimo Vital de Internet se convierte en una necesidad urgente y una responsabilidad moral para las instituciones públicas.
La Ley 2108 del 2021 y el Acuerdo 173 del 2022 del Concejo de Cali brindan un marco legal sólido para impulsar iniciativas que mejoren la conectividad en la región. Estos instrumentos legislativos reconocen el acceso a internet como un derecho fundamental y respaldan los esfuerzos para cerrar la brecha digital que aún persiste en nuestra sociedad.
Es crucial entender que garantizar el acceso equitativo a internet no es solo una cuestión de conveniencia, sino también de justicia social y desarrollo económico. La equidad digital es el primer paso hacia una sociedad inclusiva y justa, donde todos tengan la oportunidad de prosperar sin importar su ubicación geográfica o su situación socioeconómica.
La implementación del Mínimo Vital de Internet para los estratos 1 y 2 y las zonas rurales no solo beneficiará a los ciudadanos individualmente, sino que también impulsará el desarrollo económico y social de la región en su conjunto. Con una conectividad sólida y accesible, se abrirán nuevas oportunidades para la educación virtual, el acceso a servicios financieros mediante fintech, el empleo, la salud y el emprendimiento, impulsando así el progreso y el bienestar de todos los habitantes del Valle del Cauca.
Es hora de que las autoridades locales y nacionales se comprometan de manera firme y decidida a garantizar que cada ciudadano tenga acceso a una conexión de internet básica y asequible. No podemos permitirnos dejar atrás a aquellos que más lo necesitan en esta era digital.
En la búsqueda de garantizar el acceso equitativo a internet, es esencial considerar iniciativas como el proyecto de Starlink, que busca llevar internet satelital a áreas remotas y desatendidas del mundo. Este enfoque innovador utiliza una red de satélites en órbita alrededor de la Tierra para transmitir señales de internet a antenas receptoras ubicadas en la superficie terrestre. Estos satélites pueden cubrir grandes áreas geográficas y son especialmente útiles en regiones donde la infraestructura terrestre es limitada o inexistente. Con el internet satelital, las comunidades rurales y remotas pueden acceder a una conexión rápida y confiable, superando así las barreras geográficas y tecnológicas que antes limitaban su acceso a la información y los servicios en línea. Este enfoque innovador podría ser una pieza clave para cerrar la brecha digital y asegurar que incluso las comunidades más alejadas tengan acceso al Mínimo Vital de Internet.
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¿Y si no nos adaptamos a la IA?
El aumento en la capacidad productiva ha hecho que el ser humano pase de ser una especie que sobrevive a una que controla, en cierta medida, los sucesos a su alrededor.
La economía empezó a basarse en la producción agrícula y en las transacciones de intercambio simple, pero con la llegada de la revolución industrial y el énfasis en la manufactura, la economía tuvo un revolcón. Se crearon nuevas maneras de producir, crecen las ciudades y aparecen trabajos desconocidos.
De la era industrial pasamos a la de los servicios, y los cambios han sido impresionantes en el mismo sentido. Sumándole la aparición del internet también aparecen nuevas maneras de concebir el mundo y de producir. Estas transformaciones han tenido resultados positivos en general, pero también han dejado atrás a muchas personas, que por edad o por contexto no pudieron adaptarse al cambio.
Ahora vamos en camino a la era de la Inteligencia Artificial (IA). Sería necio ignorar que las grandes transformaciones que se nos avecinan traen con ellas una recesión económica.
Es posible que nos encaminemos a la digitalización y automatización de muchos de los trabajos, en beneficio de aumentar la productividad y el desarrollo.
Según un estudio del National Bureau of Economic Research, el aumento de la productividad debido a la inteligencia artificial (IA) puede variar significativamente dependiendo del sector, la aplicación específica y la implementación adecuada de la tecnología.
En algunos casos, se ha demostrado que la IA puede aumentar la productividad en un rango que va desde un 10% hasta más del 50%, e incluso en algunos casos excepcionales, superando el 100%.
Aún son cifras aproximadas y no todos los sectores se verían igual de beneficiados por estas transformaciones, además la humanidad está lejos de tener la infraestructura para que muchas cosas operen con IA. Aún hay tiempo.
Porque si bien imaginamos con claridad un futuro con profesionales educados, capaces, que operen grandes maquinarias con simpleza, y con una industria más limpia y eficiente, es necesario pensar en las personas que se quedan atrás.
¿Estaremos preparados como humanidad para apoyar a aquellos que no logren hacer la transición hacia una productividad centrada en la inteligencia artificial? ¿Qué pasará con ellos? ¿Veremos un aumento del desempleo? Esto afectará a personas en todos los lugares de la economía, desde los presidentes hasta los vendedores de todas las compañías.
La solución a este inconveniente debe ir en dos vías. La primera, crear unos vouchers que permitan a las personas acceder a programas de capacitación, que preparen tanto a gerentes como empleados para enfrentar esta nueva era. Pero también debemos considerar soluciones temporales, como una Renta Básica que permita la supervivencia de las personas que no están adaptadas.
La transición va cada vez más rápido y si no nos encargamos de esta situación, un problema social más grave, con gente más desesperada, podría avecinarse. Es imperativo que actuemos con visión y solidaridad, asegurando que nadie quede rezagado en este proceso. Al trabajar juntos, podemos crear un futuro en el que la tecnología mejore la calidad de vida de todos, sin dejar a nadie atrás.
Unicornios versus cebras
El título hace referencia a los dos enfoques del funcionamiento de una empresa. Unicornio, un término con el que algunos podrían estar familiarizados, es una empresa privada cuyo valor ya ha alcanzado los mil millones de dólares.
Actualmente hay 363 empresas unicornio en el mundo. Una de ellas es Rappi y su fundador es vallecaucano. Generalmente, las empresas unicornio buscan ofrecer una solución brillante y rentable que impresione a consumidores y a inversionistas por igual, y perseguir el éxito por encima de todo.
Una empresa cebra busca ganar, sí, pero con menos prisa, enfocada en la sostenibilidad y el efecto del negocio en la sociedad. Se trata de brindar comodidad y eficiencia a los consumidores con armonía, sin interrumpir los negocios existentes.
La mayoría de emprendedores buscan ser un unicornio pero debemos considerar si este enfoque nos puede llevar hacia un capitalismo salvaje, y si debemos hacer un debate enfocado en lo empresarial para encontrar una manera más humana y ambiental de desarrollar el capitalismo.
Es tan importante alcanzar un valor de mil millones de dólares como afectar positivamente lo económico, social y ambiental. Debería haber más unicornios en el Valle del Cauca, y también más empresas cebra.
Y es necesario partir de las fortalezas del departamento, particularmente la agricultura. Hay un potencial no aprovechado sin integrar la tecnología.
El departamento tiene un gran potencial productivo en sus tierras improductivas, y esto hay que aprovecharlo. El término clave es ‘AgTech’, e incluye apuestas como ejercicios de modificación genética para hacer plantas más resistentes al clima y a las plagas, apostarle a sistemas de riego innovadores, sensores para el estado del suelo y las plantas. Sería ideal configurar empresas cebra en este sector.
Si quisiéramos producir miel orgánica a gran escala no habría como hacerlo. Simplemente no hay herramientas para almacenar, por ejemplo. Es un negocio que por lote podría pagarse entre 400 a 600 millones de pesos y nadie lo está haciendo.
Necesitamos que sean empresas cebra las que hagan estas herramientas. Sin ellas no podremos producir productos transformadores en la región. Esta es una apuesta coherente y directa hacia la competitividad del departamento. Y no es posible sin la consolidación de un fondo de capital privado, que abra el camino a un banco de proyectos y a la población general interesada en emprender.