La Iglesia de San Francisco y el
En mayo de 2022, parte de la estructura de la Iglesia de San Francisco se vino abajo. El hecho pasó casi desapercibido, pero su simbolismo es profundo: uno de los templos más emblemáticos de Cali, con cerca de 200 años de historia, ubicado en el corazón del centro histórico, literalmente se nos está cayendo a pedazos.
Lo que ocurre con San Francisco refleja lo que viven los 263 bienes de interés cultural (BIC) de la ciudad. De ellos, 181 pertenecen a particulares, 79 son públicos y 3 corresponden a sectores. En todos, el paso del tiempo ha dejado huellas, y la falta de mantenimiento y apoyo institucional amenaza con borrar nuestra historia local.
Conservar un bien de interés cultural no es tarea fácil. Los costos son altísimos, y los propietarios —en su mayoría privados— enfrentan una paradoja: mantenerlos resulta una carga económica insostenible, pero intervenirlos libremente no es posible debido a las restricciones del uso del suelo. El resultado: muchos terminan por dejarlos caer. Así se nos van desmoronando el antiguo Molino Roncallo, la Sagrada Familia, las Bodegas del Ferrocarril, La Ermita, la Casa de Jorge Isaacs y tantos otros símbolos que narran la historia de una Cali que ya casi no reconocemos.
Sin embargo, el Plan de Ordenamiento Territorial (POT) nos brinda herramientas para revertir esta realidad. Los artículos 111 y 140 del Acuerdo 0373 de 2014 permiten que el municipio cree mecanismos de transferencia de recursos hacia bienes patrimoniales de particulares, siempre que estén dentro de la categoría BIC, y establezca instrumentos tributarios legales que generen beneficios reales para garantizar su sostenibilidad.
En el nuevo POT, Cali tiene una oportunidad histórica: crear un sistema de transferencias que combine el derecho de edificabilidad en altura con excepciones tributarias aplicadas a los modelos económicos que busquen la sustentabilidad del bien. A través de un acuerdo municipal, estos mecanismos podrían canalizar recursos para revitalizar el patrimonio, equilibrar el desarrollo urbano y repensar los usos del suelo de los BIC, de modo que su preservación también sea atractiva y viable para los propietarios.
Hoy, la protección del patrimonio no puede seguir siendo solo un discurso cultural. Necesitamos políticas públicas efectivas que articulen beneficios tributarios, incentivos urbanísticos y mecanismos financieros que hagan posible conservar y restaurar estos espacios con visión de futuro.
De los 263 bienes, apenas cuatro cuentan con un Plan Especial de Manejo y Protección del Patrimonio (PEMP): la Zona Centro, la Hacienda Cañasgordas, la Hacienda Piedra Grande y la Plaza de Toros. Nos faltan 258 planes más para salvar lo que somos. Los pocos bienes que hoy cuentan con este instrumento están siendo revitalizados y aprovechados con éxito, demostrando que sí es posible rescatar nuestro patrimonio.
El punto de partida debería ser precisamente la Plaza e Iglesia de San Francisco, epicentro histórico de Cali. Ese espacio podría renacer: adoquinado, con mobiliario urbano pensado para el peatón, intervención urbanística de luz y naturaleza; un lugar donde la historia y la modernidad podrían abrazar el equilibrio perfecto. Desde la Alcaldía se podría plantear la creación de una estampilla para la recuperación y mantenimiento de los BIC, comenzando por los de carácter público.
Porque restaurar la Iglesia de San Francisco no es solo levantar un muro caído: es levantar la memoria viva de Cali. Y una ciudad que deja caer su historia, termina perdiendo el alma.