La salsa ha sido el mayor distintivo de Cali en sus mejores y peores momentos. Tras su creación en la Nueva York de la segunda mitad del siglo XX, encontró su hábitat natural acá. Nuestra identidad quedó vinculada a la de los mayores exponentes y empresarios del género y hoy hace parte del paisaje, suena en todos nuestros establecimientos y transportes públicos.
Hay orquestas, escuelas de baile, talento de talla mundial y reconocimiento. Respiramos y vivimos canciones. Recordamos momentos de la vida con temas increíbles. ¿Pero dónde habita la salsa realmente? ¿Por qué no somos como Memphis, Tennessee, donde hay bares de rock e historia en las calles? Hay mucho por hacer. Necesitamos un gran escenario, un sitio de peregrinaje, un lugar que llame a todos los salseros y de este modo aprovechar el estátus internacional. Necesitamos crear un barrio rojo como el de Ámsterdam, pero dedicado al género. Y el sitio perfecto es el barrio Obrero.
En el Obrero la salsa hizo raíz, sentó las bases para su estallido y empezaron a hacerse las agua e’ lulos. Allá caminaba Piper Pimienta y también quedó su estatua. Ahora es uno de los barrios de Cali que sufre de inseguridad y olvido. Pero yo veo mucho potencial para que desde estas calles, la industria de la salsa tome una forma distinta, monumental y la cultura caleña pueda reconocer y eternizar tantos aportes a la vida de la ciudad.
Visualizo al menos tres manzanas dedicadas a experimentar la salsa con edificación de museos, instrumentos al aire libre, estudios profesionales de grabación de uso público, lugares para que se aprenda a bailar, escenarios, restaurantes temáticos y bares es una primera etapa de esta propuesta. Espero que en el futuro lleguen turistas todo el año, generar empleo, fortalecer el legado de la salsa y que surjan más artistas.
Mi apuesta es vincular este proyecto al marco operativo de la Economía Naranja, que en resumidas cuentas busca que las ideas se transformen en bienes y servicios. Es un marco coherente para el segmento de las industrias culturales y creativas. Este camino contempla beneficios tributarios para algo llamado Áreas de Desarrollo Naranja, amparando a industrias de valor agregado tecnológico y actividades creativas. Por siete años, las sociedades vinculadas a estos proyectos estarán exentas del Impuesto sobre la Renta.
Este es solo uno de los muchos alivios posibles para una industria que está destinada a funcionar, porque la salsa sigue viva. La raíz plantada por los migrantes que traían ritmos caribeños y neoyorkinos sigue viva. Cali ya es un epicentro cultural latinoamericano. Podemos darle un empujón y establecerla como un destino obligatorio a partir de la salsa.