El potencial de las zonas de ladera de Cali no solo pasa por la riqueza cultural de sus pobladores, en su mayoría gente trabajadora y amante de la paz. Su geografía ha sido usada en el pasado para llevar a cabo eventos deportivos, a la altura de otras grandes ciudades latinoamericanas, una iniciativa sobre la cual deberíamos construir.
Hablo del Downhill, el descenso de montaña en bicicletas. La práctica de este deporte exige un recorrido escarpado, demarcado y cuidado, generalmente en el campo, pero ya estamos viendo un franco crecimiento de circuitos urbanos, aprovechando el intrincado trazado de barrios populares en otros sectores de Latinoamérica.
Cali ya lo ha hecho. Fue en 2017, con el respaldo de la Secretaría de Deporte y Recreación y un grupo de jóvenes de Siloé que querían cambiar la percepción alrededor de la zona. Aunque fueron 41 deportistas de ambos géneros los que participaron, el resultado de la competencia es irrelevante comparado con lo dicho por la policía y los asistentes. No hubo una sola queja.
El caso más importante es el de Río de Janeiro, en Brasil. Desde 2013 se lleva a cabo el Favelas Mountain Bike, que por varias semanas convoca a los mejores exponentes de la disciplina a nivel mundial y los lleva a medirse en distintos sectores de la ciudad. Gracias a este proceso, marcas como Red Bull han respaldado la competencia, y decenas de deportistas se han trasladado a Río para practicar antes del inicio de la temporada de competencias. Algunos ya estaban ahí desde antes de 2013.
El desarrollo de estas disciplinas en la ciudad es coherente con nuestra condición de meca deportiva nacional y continental. El downhill ya se practica en la zona rural del Valle, y traerlo a Cali de manera permanente abriría puertas para los deportistas locales tanto como para la gente de cada una de estas zonas. Cali integraría el circuito internacional casi de inmediato. No pasaría mucho tiempo para que aparezcan campeones de nuestra tierra, no solo en downhill sino en ultrarruning, maratón y otras competencias que puedan aprovechar la dificultad natural de nuestros cerros.
No se trata de una cuestión de imagen, sino de convivencia. Debemos visitar y apreciar las condiciones más que apropiarnos. Es hora de acabar con la otredad de tantos sectores de la ciudad. Está en nosotros dejar de hablar de “allá” y empezar a decir “acá”. De reemplazar “ellos” por “nosotros”. ¡Empecemos!